Desde pequeño, en aquella ciudad que albergó sus primeros pasos, se podía escuchar en todas partes cuan importante era estudiar, hacer una carrera, corta o larga, de mayor o menor peso intelectual, pero hacer una carrera que permitiera ser, en el futuro, unos hombres de provecho. Logicamente, las condiciones económicas de cada familia eran determinantes para optar a unos estudios, que unas veces eran la ilusión de los chavales, pero que otras, lo era en función de tener los recursos adecuados para poder acceder a ellos.
Miraban a su alrededor y querían seguir los pasos de D. Fernando, el profe de gimnasia; a D. Rafael el médico, de Colau el dueño de la fábrica de telas o quizás, montar un negocio de lo que fuera para ser los propios jefes, pero todo aquello eran sueños de adolescente. Y los días fueron llevando a cada uno a buscar los caminos que la propia vida les iba abriendo. Y así es como al final, los había que se iban a estudiar, otros a trabajar en fabricas, en los comercios, a opositar para acceder al mismísimo ejercito o a meterse en el seminario.
Y con el paso del tiempo, metidos de lleno en la lucha por la supervivencia profesional, hubo que hacer estudios complementarios de la carrera, especialización concreta, prácticas, oposiciones, concurso de traslado, más cursos para mejorar la categoría profesional, adecuación constante a las necesidades de los días que vivimos, etc, etc. Y todo, para ser un hombre de provecho.
Y llegados a los días que corren, uno ve con sorpresa como los personajes que dirigen nuestras vidas a través de la gestión pública, han salido de los más variopintos escenarios. De los rincones más distintos de una sociedad desarrollada. Se hace carrera política sin necesidad de haber pisado las aulas, sin necesidad de tener una formación específica que permita entender cuales son las respuestas a las necesidades del ciudadano y todo logicamente, desde la óptica de la optimización de los recursos y la correcta aplicación de sus principios ideológicos, que es lo que debe diferenciar unas opciones de otras.
Como dicen por ahí, hay que tener la cara muy dura y la espalda muy ancha. Hay que ser un fiel servidor del partido, como si el partido tuviera nombre y apellidos, pero quien si los tiene –nombre y apellidos-, es quien se ha adueñado de la cúpula de la organización. Los intereses han dejado de ser los generales para transformarse en los particulares de cada ornada de mandamases del partido. Y la sumisión del resto del personal, viene determinado por ansias de ascender, defender unos principios que son el santo y seña de la organización y porque así lo han mamado a lo largo de su propia existencia.
Imaginan a un médico generalista operando a corazón abierto? Al azafato de vuelo haciéndose con los mandos del Airbus, o al bedel del centro dando clases de física cuántica en la facultad? Pues bien, ese señor designado por el aparato, puede empezar como concejal, o como alcalde o como diputado o como consejero, de que mas dá. Y ese consejero, lo puede ser hoy de medio ambiente y mañana de economía. Y ese ministro lo es hoy de Fomento y mañana de Sanidad, o de Educación y unos meses después, del Ejército. Y el presidente del gobierno no sabe ingles. Y el presidente de la comunidad autónoma nunca trabajó en nada que no fuera en el partido. Y ellos, son los responsable de manejar presupuestos inmensos, objetivos inmensos, bienestar social inmenso, y todo, porque millones de personas dependen de sus decisiones.
Los caprichos de cada cual se pueden convertir en las desgracias de cada uno. Y mientras las puertas giratorias estén en una planta, el paro en otra, las pensiones en el sótano y así todo, da la impresión, que el futuro de nuestra sociedad está bastante negro……
Por lo que se puede decir, que aquello que preocupaba en la adolescencia, para muchos no tenía la menor importancia, su historia era otra…